Publication |
Granada Hoy |
Date |
June 27, 2010 |
Cuentan que una de las mayores preocupaciones de George Balanchine era enseñarle a sus estudiantes a mover sus cuerpos, a agitarlos desde las entrañas para que cada gesto se magnificase sobre el escenario hasta adquirir una dimensión única. Creador de más de 400 coreografías, fue el responsable de inventar un nuevo concepto de ballet donde clásico no tenía por qué significar encorsetado. Buscó el dinamismo, el ritmo y la velocidad, pero sobre todo el gusto por los movimientos en sí mismos, la elegancia y la belleza.
Principal difusor de la danza en Estados Unidos, Balanchine fue el eje del espectáculo que el Boston Ballet puso anoche en escena en el teatro de los Jardines del Generalife; un conjunto de tres piezas emblemáticas del coreógrafo ruso bajo la dirección escénica del finlandés Mikko Nissinen.
Abrió la noche el Ballo della Regina, una pieza creada en 1978 y basada en un conjunto de variaciones realizadas sobre extractos de la ópera Don Carlo de Verdi con la intención de crear un paisaje de cuerpos en movimiento y cuerpos estáticos que exploran sus posibilidades técnicas. The four temperaments (1946), uno de sus grandes ballets sin trama, tomó el relevo sobre el escenario. En esta pieza la danza se pone al sevicio del movimiento del cuerpo y de su relación con la música según la creencia que clasificaba a los seres humanos en función de los cuatro humores o temperamentos que forman el organismo: melancólico, sanguíneo, flemático y colérico.
El cierre lo puso Rubies, la parte central del aclamado ballet Jewels (1967). Con la música del Capricho para piano y orquesta de Stravinsky, la coreografía es una de las cumbres de Balanchine, que la creó inspirado en el diseñador de joyas Claude Arpels.
Fue la primera cita en el Festival del Boston Ballet, que mañana volverá a subirse al mismo escenario con un programa compuesto por piezas de Jorma Elo, Sabrina Matthews y Helen Pickett.